Durante el primer mandato de Donald Trump una dinámica se instaló en el día a día de la agenda económica mundial. La guerra entre el presidente de EEUU y el de la Reserva Federal, (nombrado por él) al que acusaba de „ser el mayor enemigo del país” por no bajar los tipos de interés y favorecer el plan económico de la Casa Blanca. Una guerra del mismo calibre se está librando durante meses (pero con mucha mayor agresividad) en un país de la UE: Polonia.
El gobierno centrista lleva prácticamente desde su entrada en el gobierno mostrando su recelo contra el gobernador del Banco Nacional de Polonia, Adam Glapinski, al que acusan de comprar bonos del gobierno de manera ilegal, de reaccionar mal y tarde a la inflación y de usar la política monetaria para favorecer a sus enemigos políticos. Glapinski fue una figura importante del antiguo partido gobernante Ley y Justicia, que perdió el poder tras las elecciones de octubre.
Ya entonces las relaciones entre el gobierno y la institución monetarias eran muy tensas pues Donald Tusk, actual presidente y entonces candidato, cargó duramente contra el alto cargo por recortar tipos de interés en dos reuniones consecutivas previas a los comisiones llevando el precio del dinero de 6,75% al 5,75% de forma muy contundente. Todo ello en un contexto de alta inflación y con los bancos centrales de la región manteniendo una postura restrictiva.
Desde entonces los choques y desencuentros no han parado de surgir, sin embargo, estos últimos meses el conflicto ha escalado precisamente por los recortes que, parece se están imponiendo el viejo continente. El Banco de Inglaterra ha bajado los tipos de interés en su reunión de agosto, en su primer descenso desde 2020. Por su parte, el BCE hizo lo propio en junio. La Fed no lo ha hecho pero, al igual que todos los mencionados previamente, los mercados esperan que reanuden los descensos a a partir de septiembre.
El motivo detrás de todos ellos es que, con una inflación que ya parecía prácticamente sometida (por debajo del 3%), buscan impedir que el golpe en el mercado laboral y la economía se consume, con una flexibilización. Sin embargo, el banco central de Polonia afirma públicamente que mantendrá los tipos de interés sin cambios hasta 2026, algo que ha hecho que prenda la ira en Varsovia, con el gobierno redoblando sus esfuerzos para doblegar a la institución monetaria e incluso cambiar su liderazgo en un conflicto agrio y polémico en el país eslavo.
El problema para muchos es que la inflación de Polonia, que fue con la guerra de Ucrania una de las más altas del continente (14,3%) está totalmente en línea con la de la UE, situándose en el 2,6%. Por debajo incluso de su media histórica la pasada década (2,8%). En los últimos datos relativos a julio esta escaló hasta el 4,2% un aumento que desató la preocupación pero que tiene una explicación en la energía. Desde ING dejaban claro que „los datos detallados confirmaron que esencialmente todo el aumento de la tasa de inflación anual del IPC en julio en comparación con junio fue impulsado por aumentos en los precios de la energía tras la retirada del escudo energético. Los precios de los portadores de energía aumentaron un 10,1% mes a mes en julio”.
Desde el banco neerlandés reconocen que hay claros argumentos para una postura restrictiva. „Esperamos que la inflación del IPC se mantenga en torno al 4,0-4,5% interanual hasta finales de 2024, lo que no permitirá al Comité de Política Monetaria relajar la política monetaria, especialmente porque la economía sigue en una senda de recuperación”. Sin embargo no opinan lo mismo desde el gobierno.
„No hay duda de que esta política restrictiva y agresiva del gobernador Glapinski no facilita a Polonia la consecución de la ambiciosa tarea de tener uno de los mayores crecimientos del PIB de Europa”, dijo Tusk a los periodistas en Varsovia. „Todavía es posible, pero sin duda ayudaría mucho si el gobernador Glapinski pensara en el bien de Polonia y en nuestras necesidades”.
Desde el Banco de Polonia aún no ha habido una respuesta a este ataque en concreto pero la institución lleva atrapada en un conflicto legal con el gobierno desde diciembre y ya ha calificado la ofensiva contra sus políticas como un „ataque político”. De hecho, el BCE ha defendido a la institución alegando que la situación actual „podría afectar a la independencia” del banco.
La idea de Varsovia es llevar ante un tribunal estatal designado por el congreso, algo que obligaría a Glapinski tanto a perder sus funciones como presidente como dejar el Consejo General del BCE. La denuncia ya está sobre la mesa y la acusación va más allá de la inconstitucionalidad del programa de compra de bonos, sino que se le acusa de estar favoreciendo a gobiernos concretos en función de su signo político al tiempo que se da información engañosa al ministerio de Finanzas.
El gobernador ha pedido calma negando las acusaciones y diciendo que „entiendo perfectamente que para Tusk la campaña electoral era muy fácil de gestionar atacando al banco central acusándole de causar la inflación, que era muy alta, pero las elecciones ya han acabado y es hora de parar, nuestros problemas son comunes”, comentaba en una entrevista a FT. „Espero que el señor Tusk cambie de opinión. No es economista. La inflación está bajando hacia el objetivo”, sentenciaba.
Sin embargo, las últimas expectativas del banco central, con los primeros recortes en 2024 han agitado el avispero. „Puedes olvidarte de recortar los tipos de interés cuando la inflación está aumentando, y significativamente, del 2,5% al 5%”, dijo Glapinski en la rueda de prensa posterior a su última reunión, tras conocerse los datos de inflación de julio. „Esa posibilidad podría aparecer en 2026 como muy pronto, cuando la inflación empiece a caer”.
Desde ING coinciden en parte y anticipan que „la segunda mitad del próximo año traerá consigo una marcada caída de la inflación, y que el ciclo de recortes de los tipos de interés comenzará en el segundo trimestre y continuará hasta 2026„. En resumen, esperan una reducción de 75 puntos básicos en 2025 y de 50 puntos más en 2026. Sin embargo ahora el fuego político puede sacudir por completo este escenario y la guerra del gobierno contra el banquero central puede sacudir por completo la política monetaria de una economía clave para Europa.