El mercado laboral español vuelve a dar síntomas de ‘recalentamiento‘ en el inicio del verano. Tras casi medio año de moderación, los salarios en las ofertas de empleo han vuelto a repuntar en el segundo trimestre hasta alcanzar incrementos del 4,14% en junio, casi un punto más que en mayo. Una evolución que lleva a este indicador a batir de nuevo al IPC y lanza señales mixtas a los analistas que estudian la compleja ecuación entre disponibilidad de mano de obra, sueldos e inflación.
Sin ir más lejos, estos datos, recogidos por el metabuscador de ofertas de empleo Indeed, fueron utilizados en la reciente panorámica sobre el empleo publicada por la OCDE, que destaca la moderación de las ofertas salariales en todos los países salvo en Reino Unido, aún lastrado por una acuciante falta de mano de obra inmigrante tras el Brexit y la pandemia, y Países Bajos, donde el problema es algo diferente:tienen una de las tasa de paro más bajas del Viejo Continente, y esto dispara la competencia de las empresas para poder contratar.
Pero el mismo informe señala a España como como uno de los países, junto a Estados Unidos, en el que la moderación de los salarios ofertados y el descenso del IPC no se traduce en ganancias netas de poder adquisitivo. Aunque esto pueda parecer positivo desde la perspectiva de un banco central (significa que la ‘estrechez’ del mercado laboral no afecta a la inflación), genera serios problemas desde otras perspectivas.
Y es que supone una seria merma de competitividad para atraer y retener trabajadores frente a otros países en un país que ya tiene una tasa de paro que ronda el 12%, lo que implica que no puede absorber su mano de obra disponible, pese a que determinados sectores, desde la hostelería al tecnológico alertan de una falta de mano de obra.
Estados Unidos no tiene un problema similar: su tasa de paro apenas llega al 4%. Además, viene de un escenario de subidas de los sueldos ofertados mucho más intenso y prolongado que en España, que solo empezó a registrar una evolución notable de este indicador a finales de 2022 y alcanzó su pico a mediados de 2023.
Sin embargo, la última actualización de los datos ha dado una sorpresa positiva: los datos de mayo son algo más elevados de lo estimado anteriormente (la subida de los salarios ofertados pasa del 2,87% al 3,25%) y en junio llega al 4,14%. La inflación en ese mes se quedó en 3,6%.
Esta revisión se explica porque los datos se ven afectados por la volatilidad de las ofertas de empleo. Para modularla, el indicador se expresa como una media de datos de los últimos tres meses, lo que supone que los datos de junio han tirado al alza del indicador. La cuestión es si se debe a la contratación veraniega, que habría disparado la publicación de ofertas en sectores como la hostelería, o a una tendencia más sostenida.
En este sentido, conviene aclarar que la evolución ‘natural’ es que los salarios ofertados suban más que la inflación. Es lo que ocurría antes de la pandemia y se mantuvo incluso en 2020. Es un síntoma de un mercado laboral que crea empleo y en el que existe una cierta competencia entre las empresas para captar trabajadores. Incluso en un país con un elevado peso de la negociación colectiva centralizada a nivel sectorial por patronales y sindicatos, indica también la capacidad de elegir de los candidatos entre diferentes empresas.
¿Qué nos dicen los salarios ofertados?
El problema llega cuando esta correlación se altera por causas que no tienen nada que ver con la situación normal de la economía. Es lo que ocurre en 2021, cuando la recuperación de la actividad tras la pandemia coincide con un repunte de los precios (intensificado tras el estallido de la guerra de Ucrania) y de la demanda de mano de obra. Muchas empresas se ven con problemas para contratar.
En países como Alemania o los mencionados Países Bajos y Estados Unidos, esto lleva a mínimos la tasa de paro, lo que fuerza a las empresas a ofrecer salarios mucho mejores. El repunte de los precios retroalimenta esta tendencia: los trabajadores exigen no perder poder de compra y sus empleadores se ven obligados a aceptarlo, aunque sus negocios también sufran los efectos de la crisis inflacionaria. Como consecuencia, trasladan el impacto de los costes laborales a los precios y alimentan la inflación en los conocidos y temidos ‘efectos de segunda vuelta’.
Ante este contexto de inflación disparada, que se vea superada por el incremento de los salarios ofertados no es buena noticia para los bancos centrales, como la Fed o el BCE, que llevan dos años esgrimiendo: la fortaleza del mercado laboral no es positiva. Una idea polémica si no se tiene en cuenta la foto completa de la situación.
El temor de los responsables de la política monetaria les ha llevado a estudiar con cada vez mayor interés el indicador de Indeed, pese a las críticas de algunos investigadores que consideran parcial el dato de las ofertas de empleo. Pero se impone la tesis de que es un termómetro que seguirán a posteriori otros indicadores habitualmente utilizados, como la evolución de los convenios colectivos en el caso de la zona euro.
La tesis es que estos se pactan ‘a posteriori’ de las vacantes. Dicho de otra forma: las empresas que ya suben salarios en las ofertas están más dispuestas a trasladar esta tónica a un convenio colectivo, cuya duración puede ser de varios años. Por lo cual tenerlos en cuenta permite anticipar decisiones como las de subidas de tipos antes de que esta evolución salarial se enquiste.
España es muy diferente
Pero este debate se vincula a mercados laborales con una tasa de paro muy baja en los que la tensión salarial se rige por las reglas de la oferta y demanda de trabajadores. Ocurre que en España la primera es muy alta (hay casi 2,6 millones de parados a los que se suma otro millón de inactivos dispuestos a trabajar, aunque en el momento actual no busquen activamente empleo o no se encuentren disponibles) y la segunda es de las más bajas de la UE.
En nuestro caso, los datos de Indeed suponen una incógnita, aunque dejan dos posibles hipótesis para explicar este ‘sobrecalentamiento’ de los salarios ofertados. La primera es positiva: que volvemos a una situación similar a la de la pandemia en la que la inflación se contiene y los salarios ofertados mejoran, mostrando que la economía es capaz de crear empleo mientras los trabajadores ganan poder adquisitivo. La segunda, casi antitética, es que lo ocurrido en junio solo maquilla desequilibrios mucho más profundos.
El repunte del indicador de Indeed tiene solo carácter estacional y se debe a la demanda de la campaña veraniega, pero no supone una mejora real de la situación: en realidad, muchas empresas siguen afectadas por la falta de trabajadores y los precios que no pueden mantener el ritmo, lo que augura a un nuevo retroceso de este indicador a la vuelta de septiembre, como ocurrió el pasado año.
Los partidarios de esta tesis alertan de que en el caso español se dan decisiones políticas, como la subida del SMI, que no solo han afectado a la negociación colectiva, sino que están distorsionan olas evolución de los salarios ofertados que no responden a las reglas del mercado de trabajo, sino a la discrecionalidad política. Y eso acabará pasando factura al empleo.